Leyenda de la Alpujarra |
Si te gusta la información del turismo en La Alpujarra, compártelo, ¡Gracias! - Se cuenta que en tiempos antiguos hubo un dios que decidió modelar un hombre con el barro de la tierra que antes había creado, y luego, para que tuviera respiración y vida, le dio un soplo en la nariz. |
Algunos espíritus contumaces y negativos enseñan cautelosamente, cuando no osan proclamarlo con escándalo, que, después de aquel acto creativo supremo, el tal dios no volvió a dedicarse nunca más a las artes de la alfarería, manera retorcida de denunciarlo por haber, simplemente, dejado de trabajar.
El asunto, por la trascendencia de que se reviste, es demasiado serio para que lo tratemos de forma simplista, exige ponderación, mucha imparcialidad, mucho espíritu objetivo. |
Leyenda de la Alpujarra |
Es un dato histórico que el trabajo de modelado, desde aquel memorable día, dejó de ser un atributo exclusivo del creador para pasar a la competencia incipiente de las criaturas, las cuales, excusado será decirlo, no están pertrechadas de suficiente soplo ventilador.
El resultado fue que se asignara al fuego la responsabilidad de todas las operaciones subsidiarias capaces de dar, tanto por el color como por el brillo, y hasta por el sonido, una razonable semejanza de cosa viva a cuanto saliese de los hornos de leña. Era juzgar por las apariencias. El fuego hace mucho, eso no hay quien lo niegue, pero no puede hacerlo todo, tiene serias limitaciones, incluso hasta algún grave defecto, como, por ejemplo, la insaciable bulimia que padece y que lo conduce a devorar y reducir a ceniza todo cuanto encuentra por delante. La alfarería y su funcionamiento, todos sabemos que barro húmedo metido en horno de barro estallado en menos tiempo del que lleva contarlo . Una primera e irrevocable condición establece el fuego, si queremos que haga lo que de él se espera, que el barro entre seco y bien seco en el horno de leña. Y es aquí cuando humildes regresamos al soplo en la nariz, es aquí cuando tendremos que reconocer hasta qué punto fuimos injustos e imprudentes al apadrinar y hacer nuestra la impía idea de que el dicho dios habría dado la espalda, indiferente a su propia obra. Sí, es cierto que después de eso nadie más lo ha vuelto a ver, pero nos dejó lo que tal vez fuese lo mejor de sí mismo, el soplo, al aire, el viento, la brisa, el céfiro, ésos que ya están entrando suavemente por las narices de los seis muñecos de barro que Cipriano Algor y la hija acaban de colocar, con todo cuidado, sobre uno de los tableros de secado. Escritor, además de artesano, el dicho dios también sabe escribir derecho con líneas torcidas, no estando él aquí para soplar personalmente, mandó a quien hiciese el trabajo en su nombre, y todo para que la todavía frágil vida de estos barros no acabe extinguiéndose mañana en el ciego y brutal abrazo del fuego. José Saramago ♦ Quizá te interese ver Artesanía de la Alpujarra Por motivos éticos no participamos en redes sociales como Twitter X porque censura, manipulan la realidad política y usa tus datos personales, ¡apúntate tú también!
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